martes, 29 de junio de 2010

Microhistoria V

Un soleado día de diciembre se despertó temprano. Se ajustó la camisa, se abrochó los zapatos y salió de casa sin mirar atrás. Después de pasear un rato por el parque, se sentó en el banco donde años atrás había estado su padre. En el mismo sitio. Fijó la vista en el mismo árbol en el que, de joven, había grabado su amor con una navaja recién estrenada. Escuchó el silencio. Recordó el sonido de la lluvia, el olor de la tierra mojada. Luego cerró los ojos, muy despacio. Y ya no los volvió a abrir.

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