jueves, 7 de octubre de 2010

ruptura y continuidad

"Ya desde la primera película, El sabor del arroz con té verde, me fascinó el espacio de vida japonés y esas puertas correderas que, deslizándose suavemente sobre sus invisibles raíles, rehúsan hender el espacio. Pues, cuando abrimos una puerta, transformamos los lugares de manera bien mezquina. Coartamos su plena extensión e introducimos en ellos una brecha imprudente a fuerza de malas proporciones. Pensándolo bien, no hay nada más feo que una puerta abierta. En la habitación en la que está, introduce una suerte de rotura, como un parásito marginal que rompe la unidad del espacio. En la habitación contigua, engendra una depresión, una grieta abierta y estúpida, perdida en un trozo de pared que hubiese preferido permanecer entero. En ambos casos, perturba el espacio sin más contrapartida que la licencia de circular, la cual puede sin embargo garantizarse mediante otros procedimientos. La puerta corredera, por el contrario, evita los escollos y magnifica el espacio. Sin modificar su equilibrio, permite su metamorfosis. Cuando se abre, dos lugares se comunican entre sí sin ofenderse mutuamente. Cuando se cierra, devuelve a cada uno su integridad. La puesta en común y la reunión se realizan sin intrusión. La vida es en los espacios japoneses un tranquilo paseo, mientras que en los nuestros se asemeja a una larga serie de fracturas."

Muriel Barbery. La elegancia del erizo.

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